Reynel Diaz sigue enrumbado en la cuentística del Caribe Colombiana
Escribir cuento es una actividad. No, es un arte. Es más, para algunos narradores de historias, es un oficio de mucha disciplina y orden. Para otros,
es escribir, como rezar, comer o bailar. Es hacerlo y más nada, me confesó un distraído lector. Pero lo cierto es que escribir tiene sus ingredientes,
como tiempo, curiosidad, información, percepción, leguaje y su gramo de perspicacia
que al momento de sentarnos a producirlo encontremos el guiso perfecto para inventar una
excelsa narración. Yo podría elucubrar
en un sinfín de tesis o reflexiones que a la larga será lo de menos para los
que les da igual una definición de lo que es el cuento como actividad, oficio o
profesión. Sin embargo, es bueno traer la conceptualización de la academia
sobre esta labor.
Para la RAE, el cuento es “una relación de palabras, de un suceso falso o de pura inventiva”. Lo es igualmente “una narración breve de ficción. Estos enunciados me parecen interesante y la
sustento con la pieza narrativa del escritor, Reynel Diaz Herazo, EL PUNTO. “Para decirse Te Amo, sin levantar sospecha, los amantes pactaron una clave. Ella sugirió un punto. Él propuso cinco puntos, por el número de letras”. La analogía de lo planteado en el cuento del
escritor y lo formulado por la academia es puntual en varias escenas del cuerpo de texto, si nos casamos o nos apegamos a las reglas
académicas. En otra historia, Diaz Herazo, nos recrea con esta otra invención llamado PRETÉRITO. Él pensó que retrocediendo las
manecillas la iba a encontrar en el mismo parque, en la misma banca y a la misma hora, donde veinte años atrás ella se quedó esperándolo. Pero no. Lo único que él consiguió fue dañar el reloj y perder el tiempo.” Sorprende el escritor en comento por el uso de un lenguaje sencillo, claro y directo a la
memoria, dejando la posibilidad de interpretación y valoración sintáctica, pero
también estético, que el lector generara en su mente. Por lo tanto, el cuento
no termina, no muere donde lo deja el escritor, sino que lo pausa para que
quien lea le de vida, continuidad desde su discernimiento.
Aprovecho ahora para presentarles al narrador que vengo comentando. Se llama Reynel Ramón Díaz Herazo, nacido en Chinú, Córdoba, Colombia. Un 28 de marzo de 1958. Su
profesión es la Odontología con énfasis en la ortodoncia. Su actividad literaria la condensa en varias obras escritas. Su fuerte la cuentística. Para destacar en sus textos han recibido, Mención Especial en el Concurso Internacional de Cuento, Toronto, Canadá, 2019. En 2021, su cuento, El Silencio de los Aguacates, fue seleccionado entre más de 1000 cuentos
provenientes de 36 países, para hacer parte de los 30 mejores relatos que conformarían la Antología de cuentos de la Editorial Casa Salvador Allende. Toronto, Canadá 2021. Tambien fue finalista en el Concurso Nacional de Poesía. “Casa de Poesía Silva” y “Ministerio de Cultura de Colombia”, 2019. Ocupo el tercero y segundo puesto, 2015 y 2016, respectivamente, Concurso Nacional de Cuento Breve y Bueno. Recibió mención de Honor,
Concurso de cuento del XVIII Festival de Literatura de Córdoba, 2020.
Presidente de la Casa de la Cultura de Chinú.
De igual manera su gestión cultural lo podemos resumir en una larga actividad en la organización del Encuentro Nacional de Declamadores y Poetas de Chinú, donde se ha desempeñado “como carga ladrillo” como el mismo lo reconoce, pero también dándola toda
cuando la responsabilidad lo requiere, pues le a tocado ser presidente de dicha organización. Otra gestión destacada la ha demostrado en la coordinación Regional del
Parlamento internacional de Escritores y Poetas de Cartagena de Indias, donde al lado
de
la otros miembros de esta entidad han hecho grandes aportes a la grandeza de la
literatura del país.
Reynel Diaz como
narrador, año a año viene sorprendiendo con sus historias llenas de imaginación
e ingenios, con un estilo muy particular donde su voz identifica los sucesos,
hechos o anécdotas y las convierte en
verdaderas fantásticas.
Voy a dejarles solo
uno completo de su mas reciente cosecha que pronto nos presentara en una nueva
publicación.
LA FLACA
Allí
está la flaca. Con su sonrisa delgada. Con sus escasa tetas de limón, heredadas
de su padre.
Quizás
ustedes no la ven porque es cojo un silbido en el viento. Una María palito
aferrada a un abeto para que no se la lleve la brisa y se pierda como una
cometa a la que le parten el hilo, sin que se pueda distinguir entre la cometa
y el hilo.
“Hola,
Reynel”, me dice con su voz de aguja. Y diviso el croquis de su cuerpo como si
estuviera dibujado con tinta china. Cuando la veo, no sé si está o ya se fue.
Parece un chorrito de vino lanzado desde un balcón.
Pero
esa es mi flaca. Adoro cuando sale del baño cubriéndose con una toalla lo que
no existe. Adoro su esquelético pubis disecado. Adoro sus nalgas invisibles
que, para sentirlas, mis manos, tienen que evocar la concavidad que dejaron
otras nalgas en la memoria de mis dedos. Hallarlas es como buscar algo cuando
se va la luz.
Me mata esa sinfonía de huesos largos. Su fémur, su tibia y su peroné. Esa pasión ósea, cero colesterol, que ha dejado un tatuaje de fosfato de calcio en la agonía de mis orgasmos. Me enloquecen sus fingidos cachetes, y eso ojos tan grandes que no sé cómo carajo le caben en su delgada cara diseñada en línea recta. Cualquiera diría que sus ojos se sentirían más
cómodos si estuvieran uno debajo del otro. Pero yo la quiero así. Amo sus ojos apretados, la estrechez de su sexo óseo y esa diminuta boca que más bien parece un punto final".
Texto: FABIO
ORTIZ RIBON. Fotos de Internet.
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