"La ONU declara la partería de Colombia Patrimonio Inmaterial de la Humanidad"
Por: Carlos Ramos Maldonado- Colaborador- En Colombia, oficio casi despreciado; en Alemania, prestigioso. No hay en el barrio Rebolo de
Barranquilla adulto mayor que no haya sido recibido por procedimientos ancestrales. Las viejas Jóvita, Tiburcia, Donatila, María Lucas y
otras, de la santería a la partería. Del parto casero a la “Gota de Leche”. Cuando el médico era el asistente de la partera, porque este no
sabía de “tripa atravesada” ni acomodar la criatura. Rosa Blandón, ahora, desde La Chinita, record informal de extracción natural o “alternativa” de bebés. La primera tragedia que conocí en mi vida, que recuerde de mi barrio apacible donde nadie moría por muerte extraña, a no ser de viejo o enfermedad infantil, fue la de la vecina Doris por eclampsia y su primera hija sin nombre que no alcanzó a nacer, en el
Hospital de Barranquilla o “de Caridad”. Repaso confuso los féretros envueltos en flores naturales encima de poncheras que contenían hielo hechizo y la tristeza se me convierte en
amor. El cajón de la niña era muy pequeño, blanco y abierto, y ella, como juguete de navidad, aferraba en sus manos empuñadas unas azucenas níveas que mi madre Bernarda había cortado de su jardín solariego.
Marco, el padre de esa familia
reducida, después se juntó con su cuñada y tuvieron cinco hijos, todos
atendidos por la centenaria señora Jóvita, la matrona de al lado que provenía
de las cantaoras de cultura anfibia y conocía de sus ancestros los secretos y
la medicina del alma y del cuerpo, sanos o contaminados.
Mi madre le cambiaba sus favores de doce partos (de ellos, cuatro abortados) por espermas, alcohol y Citronela que compraba en la droguería Juliao del Boliche, y que la anciana combinaba con otros aromas naturales en mejunjes para rendir su magia en los vientres de
mujeres embarazadas calculando sexo del feto y fecha de nacimiento,
casi siempre acertados. El procedimiento requería, además de una ayudante y una
hora en promedio, bastante agua, toallas, gasas, plástico, tijeras quirúrgicas,
guantes desechables y una encomendación a Dios y al santo más cercano.
Entonces, la llegada de un
neonato a casa era una ceremonia solidaria y respetuosa y la partera era la
cacica de la tribu de los sabios celestes por su caracterización ocupacional,
jugando un rol relevante en el contexto sociocultural, a veces más que el
profesor, el médico, el cura o las monjas del patronato.
Mujeres santeras y parteras
La ascendencia de muchas matronas del barrio pertenecía a las provincias de Río Magdalena, de estirpe campesina, afro o indígena, casi
todas portadoras de rituales religiosos
proclives a santos y santas de la iglesia católica, pero revestidos de los
espíritus montunos.
Jóvita descendía de los Montes de María y su primera práctica de “luz nueva” fue
precisamente el nacimiento de mi madre en la calle Belén con callejón Buen Retiro de Rebolo. Después perdió la cuenta de los partos atendidos y de las tantas velas que debía a los
santos, además de las primeras menstruaciones, el control a primerizas y las menopausias ajenas. Enseñó educación sexual, la partería, la medicina integrativa y las mañas de adivinaciones a Tiburcia en la calle
Consolación, a Donatila Pinto en el Camino Viejo, a Ana Consuegra en la calle Sol, a María Lucas en la calle Caridad, a María Villalobos en Las Nieves y a la Niña Salo en la calle Belén, ya esta última asistida por médicos de la “Gota de Leche”, el centro asistencial maternoinfantil
que montó allí cerquita el general Gustavo Rojas Pinilla y que
después asumió la Alianza para el Progreso. El médico, doctor Daniel Zabaleta,
era una especie de enfermero que no metía mano a la matriz de las parturientas,
menos si presumía una criatura en mala posición o un cordón umbilical
atravesado.
Las comadronas recomendaban a los padres alimentar
bien a sus hijas desde niñas para que aguantaran los partos caseros, cuando les
tocara.
Del desprecio al prestigio
Con la formalización del servicio de obstetricia en el Hospital de Caridad en los años Sesenta del siglo pasado, el oficio de partera tuvo
grandes afectaciones morales y perdió clientela, tanto que las familias “de bien” de los sectores populares miraban por debajo de los hombros a las
mujeres embarazadas que aun preferían dar a luz con comadronas empíricas, a quienes, por supuesto, estas gestantes les tenían mayor confianza o su intervención resultaba más cerca y casi gratis. A las parteras se les calificaba
secretamente de antihigiénicas y de brujas, a pesar de que estas no salían de las iglesias, casi siempre con su vestido negro largo y una mantilla de encajes, y eran las rezanderas de los velorios caseros.
Escasearon, pero muchas de sus
descendientes se hicieron enfermeras del sistema médico alopático para atender
nacimientos en maltrechas clínicas privadas de sectores pobres y visitar
enfermos a domicilio.
Aunque aún persisten algunas,
como Rosa Blandón Córdoba, una chocoana habitante del barrio La Chinita, que
aseguró en una entrevista con José Rodríguez para El Heraldo haber intervenido
más de 200 nacimientos, de los cuales apenas ha urgido remitir unas diez
parturientas al Hospital, y 50 son ahijados suyos.
Leer reportaje a Rosa Blandón en https://n9.cl/x261i
El día de las comadronas se
celebra el 5 de mayo, desde 1991, para llamar la atención sobre la importancia
de esta labor popular solidaria por el derecho a la vida. La idea surgió
en la conferencia de la
Confederación Internacional de Comadronas (International Confederation of
Midwives, ICM) que tuvo lugar en los Países Bajos en 1987.
En el año 2017, el Ministerio de Cultura de Colombia había incluido la partería ancestral afro del Pacífico en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial del Ámbito Nacional a los Saberes Asociados porque representaba una heredad vigente del saber identitario en
asentamientos populares urbanos, rurales y étnicos, con enfoque comunitario y de género. Y el pasado 6 de diciembre del 2023 esta práctica rutinaria facilitadora del parto domiciliario se
aprestigió
mundialmente al ser declarada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial
de la Humanidad, junto con Alemania,
Chipre, Eslovenia, Kirguistán, Luxemburgo, Nigeria y Togo, ocho países que
emparentados para tal fin hicieron la propuesta “Partería:
conocimientos, competencias y prácticas".
Leer texto de Cancillería en https://n9.cl/wc6xr
Sin embargo, en Colombia, el
proyecto de reforma a la Salud generó una polémica nacional, pues aun la
comunidad médica y científica guarda recelos por la incorporación formal al
Sistema de la medicina ancestral y los tratamientos preventivos predictivos de
personas con habilidades empíricas especiales en salud.
En Alemania, comenta al
respecto mi hija Vanessa que reside allá, también se usan parteras, muy
estimadas, por cierto, y son pagas por el Estado: “De hecho, mis dos partos han
sido atendidas por ellas”, me afirmó en la distancia.
En países de Europa la atención en
embarazos sanos la brindan las parteras, y los ginecólogos solo atienden los
casos de riesgo, un 10% aproximadamente. Textos dibujo y Fotos de Internet.
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