He querido hacer una lectura juiciosa de este pequeño compendio de sabiduría, pero de manera inevitable he debido suspenderla una y otra vez, todas las veces, para encontrarme con comparaciones de lecturas hechas a lo largo de mis días, lecturas que tienen similar trasfondo y seguramente una intencionalidad parecida, que termina surtiendo nuestra vocación lectora. 1. Lewis Carroll. Además de pasar innumerables horas junto a Alice Liddell, la niña que lo inspiró para crear Alicia en el país de las maravillas, el escritor británico logró combinar sus múltiples ocupaciones como diácono anglicano, y fotógrafo con la de profesor universitario en Oxford, donde tuvo a su cargo la clase de matemáticas.
El parangón de este relato es Magdalena, identificada así la niña que se empecinaba en no leer por más que, con agobiante insistencia, se lo solicitaba su profesor, a diferencia de Alicia no hubo poder humano que la hiciera pararse erguida y con orgullo por que la razón estaba en las necesidades que va urdiendo la pobreza. En este libro los niños no leen porque tienen las ilusiones rotas. 2. La escritora británica Joanne Rowling, es también productora y guionista de cine, antes de ser la escritora con más ventas sus libros de los últimos años, daba clases de inglés en Portugal, actividad que alternaba con los cuidados a su pequeña hija mientras terminaba la primera entrega del libro que la haría conocer por ser la autora de Harry Potter, una exitosa serie que han superado los quinientos millones de libros vendidos. Tan notorio éxito genera envidias entre los escritores, pero ese no es el oro que persiguen los profesores. Los buenos profesores persiguen el oro de las palabras y eso es otra cosa. Aquí está contado el fastidioso ejercicio de aquel profesor que preguntaba a su colega porque no entregaba, de una vez por todas, las hojas calificadas. Por qué se empecinaba, una y otra vez, en desconocer que hay un rincón cómplice en aquellos exámenes en los que se puede entablar un breve diálogo, para celebrar los aciertos de sus alumnos, para un aprendizaje de sus errores con el fin de que se levanten con bríos para encarar la vida. Volverlas moneda corriente, dice el profesor, volverlas oro, dice el escritor que calcula en denarios. Seguramente en más de una ocasión a fértil escritora de las sagas de Harry Potter se quedó con las ganas de lanzar un hechizo para hacer desaparecer con la capa de invisibilidad para no tener que lidiar con estos pobres tipejos revestidos de ínfulas que sólo viven para desbaratar las ilusiones de sus alumnos. 3.En Apologías y rechazos, Ernesto Sábato reunió siete extensos trabajos en los que se refleja su capacidad para abarcar su humanismo y la lucidez intelectual de este escritor argentino a la hora de diagnosticar el sentido profundo de cuanto ocurre en nuestro tiempo. Dos de esos textos, «El desconocido Da Vinci» y «Pedro Henríquez Ureña», son evocaciones de figuras insignes y, a través de ellas, da lugar a un examen amplio y revelador del entorno histórico que sustentó su vasta obra literaria. Pudo el profesor De la Hoz tomar «Sobre algunos males de la educación» o «Educación y crisis del hombre», dos textos de este libro en los que Sabato analiza uno de los problemas básicos de la sociedad contemporánea: los modelos de educación propuestos en ella. Pero se valió de uno más sencillo pata exhibir el tamaño de la esperanza y para mostrarnos sus múltiples formas.
En cualquier caso, Ernésto Sábato o Pedro Henríquez Urueña cualquiera de los dos, puede ser este gigante. Ahora bien, Aldos Huxley, autor de Un mundo feliz, tuvo la suerte de nacer en una familia respetada por los círculos de intelectuales de su época. Estudió en, uno de los colegios más prestigiosos de Inglaterra, pero debió retirarse de sus estudios de medicina, debido a una enfermedad que limitó su visión. A última hora, y para llenar ese vacío, aplicó en Literatura inglesa en la Universidad de Oxford y consiguió ocuparse como profesor de francés. A pesar de su cercanía con el mundo académico, Aldous Huxley jamás pudo disfrutar de la lectura ni de la calificación de sus trabajos y abandonó el colegio, como si lo hizo Henríquez Ureña en su labor como maestro 4. Además de ser el culpable de aterrorizar a toda una generación que creció leyendo sus libros, el maestro de la literatura de terror, Stephen King fue profesor de esta disciplina en sus inicios como escritor. Sus estudios en lengua inglesa le ayudaron para dar clases en la Academia Hampden en el estado de Maine. ¿Con cuál de los relatos de profesor De la Hoz lo comparo? Permítanme meter la mano adentro de este sombrero de magias que nos resulta ser este excelente libro. Aquí está: El profesor Quiroga, que es una relectura de otro profesor, el poeta Joaquín Mattos Omar cuyo relato fantástico nos lleva a confrontarnos con la división de cantidades complejas, altas matemáticas que solemos rechazar por simple abulia, pero que nada tienen de complejidad cuando son descritas por estos genios del relato. Y así, podíamos hacer una comparación entre relato y relatos de los aquí contenidos con otros que ya hemos tenido la suerte de leer, tan solo para comprobar que este es un material de alto contenido didáctico, escrito para deleite de profesores, alumnos y de quienes guardamos en el fondo de nuestros escombros los recuerdos más agradables de nuestra permanencia en las aulas escolares.
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